
Las lucecitas de Navidad nos deberían ser de apoyo rememorando su significado simbólico. Ellas anuncian que ya cruzamos el umbral de lo más oscuro y que un nuevo vislubre de vida asoma por fin con horas crecientes de sol.
Pero vasta que nos digan que «éste es un tiempo de paz y amor» para que empiezen a roncar calderas en los infiernos propios.
Aparecen los debería- haber- hecho, los debería-haber-dicho, los tendría-que-haber-logrado-esto,-aquell- y-lo-de-más-allá.
Si le damos entrada al tsunami de lo ideal, todas esas fantasías despedazan la hermosura imperfecta de la realidad que somos.
Así que te propongo algo: estas Navidades, brindemos por algo imperfecto, aceptándolo tal y como es. Y, aún que sintamos lo menguado, estémonos en su potencial de desarrollo. Porqué ¿sabes qué? que un ideal no palpita y la realidad si!