
Confinamiento.
La obligatoriedad de estarme dentro.
Dentro del sistema. Todo el mundo en casa. Quiero ir a comprar, a ver a mis sobris. En verdad, a tomarme un café, o lo que sea … pero por ahí. A fuera. A pasear, por diós! Con éste sol!!!
Dentro. Ya dentro de casa. Variopintos habitantes y cada uno – por favor pido – a sus cosas. Trabajaré desde casa. La lavadora. Esos cristales ,que ya les toca. Hasta a el armario del lío le llegó su hora. Y tropiezo con lo que tu no hiciste… Y con lo que me hiciste. Me acuerdo de que no he llamado todavía al seguro … ya hace 3 meses … Prometo hacerlo mañana…
Unos pasos más adentro y llego al recibidor de mi templo, de mi palacio de carne y hueso. Pruebo con la llave de algun cuarto perdido que encontré en el armario del lío. Veo el tendedero. Persiste ésa mancha … Que me pide? más remojo? Frotar con fuerza? … Más tiempo? Más cariño? Más de algo que ni sé… Y la veo tanto desde dentro … sobretodo hoy, con los cristales relucientes, limpios de ayer.
En la mancha. Algo no resuelto. Me dejo estar un poco. Pica. Me aguanto. Y ya no. Me pongo Netflix. Asomo lenta por la esquina y – de reojo – miro. Sigue ahí … aaa … que inoportuna! Otra peli? Me canto un poco los pesares. Le paso el peine a la intrusa. La veo un poquito menos mal. Me inyecto un buen telediario. Caigo rendida olvidando cerrarme las puertas. Y desde dentro, el sueño me resuelve. Tan a pesar de mi.